El Metaverso podría suponer un importante salto adelante en la evolución de Internet, y propiciar una transformación todavía mucho más significativa que la que implicó el surgimiento del ecosistema web 2.0 y todo el universo social media.
Si finalmente la idea del Metaverso puede materializarse en los términos que ha sido planteada, conectarnos supondría vivir una experiencia completamente inmersiva en el mundo digital, creándose una realidad virtual paralela a la física, aunque las fronteras entre ambas serían difusas y porosas.
Así, mediante el uso de dispositivos de Realidad Virtual y Aumentada resultaría factible que nuestros avatares se relacionen, trabajen, consuman y se diviertan en entornos tridimensionales-virtuales, en una suerte de realidad alternativa que podría moldearse con los infinitos matices característicos del mundo físico.
Las principales tecnológicas impulsan proyectos de Metaverso
El proyecto de Metaverso más importante en estos momentos es el de Facebook, cuya firme apuesta por esta idea quedó plasmada en la elección de Meta como nuevo nombre de la compañía el año pasado, dentro de un contexto en el que la acumulación de crisis reputacionales habían dejado muy comprometida a la marca originaria.
Además, otras empresas como Nvidia, Google o Microsoft están trabajando también en proyectos propios de esta índole, sin que por el momento se hayan producido iniciativas colaborativas, por lo que ahora mismo no se podría hablar de un único Metaverso sino de varios proyectos de metaversos que compiten entre sí por la hegemonía, en una pugna en la que puede estar en liza el predominio en el Internet del futuro.
El desafío tecnológico que entraña esta apuesta es bastante complejo, si consideramos que se precisaría la universalización de dispositivos no ya capaces de registrar mediante sensores los movimientos del usuario para replicarlos en el avatar digital, sino incluso con capacidad para leer las expresiones faciales y el lenguaje corporal,para hacer posible una interacción y comunicación plenas en el nuevo entorno digital.
Esto es un aspecto crucial si valoramos que con la extensión de este modelo las interacciones virtuales pueden ser al menos tan relevantes como las físicas, yendo un paso más allá en el proceso iniciado en el Internet 2.0 con las redes sociales y las comunidades online.
Adquisición de bienes virtuales y creación de entornos digitales de trabajo
También, existirán tiendas, vehículos e incluso apartamentos virtuales, bienes digitales por los que habrá que pagar por muy chocante que nos parezca. En este sentido, resulta bastante revelador que proyectos españoles en el incipiente Metaverso como el de Uttopion (impulsado por Juan Roig, el propietario de Mercadona), haya vendido en dos meses solares por valor de 1,5 M de euros. O que administraciones públicas como el Ayuntamiento de Zaragoza planeen comprar parcelas para erigir oficinas de turismo virtuales.
Igualmente, las empresas podrán organizar reuniones en oficinas virtuales con personal que esté trabajando desde casa o en otras ubicaciones de la empresa, y que se mostraría a través de un avatar.
De hecho, ya hay compañías como BMW que hacen réplicas virtuales de de sus fábricas para que profesionales dispersos por factorías de todo el mundo puedan operar en un entorno digital compartido. Al tiempo, que también recrea virtualmente procesos de trabajo tan al detalle que incluyen los avatares de los operarios, para garantizar una reproducción milimétrica de los procedimientos de fabricación en aras de su optimización.
Incluso, a mucha mayor escala ya se han realizado réplicas digitales de la propia tierra, desde para realizar previsiones meteorológicas más exactas, hasta para estudiar fenómenos como el cambio climático.
Las sombras del Metaverso
Las oportunidades que ofrecería el Metaverso serían infinitas, pero también lo serían sus peligros, comenzando por todo lo que implicaría la añadidura de nuevas necesidades digitales a satisfacer en esta nueva dimensión virtual de nuestra existencia: vivienda, vehículo, ropa, ocio, etc. Esto puede parecer absurdo en principio, pero si los entornos virtuales se imponen como el ecosistema predominante para las relaciones sociales quedarse fuera equivaldría al ostracismo y el aislamiento personal. A este respecto, nada más habría que pensar cuántos adolescentes actuales carecen de Instagram o TikTok.
Además, el hecho de poder crear avatares a medida plantea toda una serie de conflictos y problemas potenciales, ya que esto es susceptible de utilizarse para propagar con impunidad mensajes de odio con un potencial tóxico incluso superior a las redes sociales actuales. Por poner un ejemplo, en este Metaverso resultaría factible la proliferación de avatares regidos por una Inteligencia Artificial que esparciesen noticias falsas con una intencionalidad política. O que usasen técnicas de ingeniería social para engañar a los usuarios y acceder a sus datos más sensibles.
También, la brecha tecnológica puede ser un factor de discriminación importante que acabe convirtiendo el Metaverso en algo restringido a una minoría, con lo que el Internet del futuro dejaría al margen a amplias capas de la población. Si bien, resultaría previsible al menos por puro interés crematístico que se desarrollasen dispositivos de conexión de precio asequible, de manera que aparatos tan consustanciales a nosotros actualmente como los móviles fuesen sustituidos por gafas de Realidad Virtual de tamaño más reducido que llevaríamos siempre con nosotros, como hacemos actualmente con los smartphones.
Con todo, para llegar a este punto todavía quedaría trecho por recorrer, ya que actualmente el Metaverso es más un concepto que un proyecto perfilado con una hoja de ruta clara. Así, aunque ya se hayan realizado algunas pruebas todavía no disponemos ni de la infraestructura ni de las tecnologías que nos permitirían desenvolvernos e interactuar de modo realista por este nuevo universo.
Sí que se sabe a ciencia cierta que Meta está invirtiendo en su proyecto buena parte de los 24.655 millones de dólares que destina anualmente a I+D, y que compañías tan importantes como Google, Microsoft o Nvidia están también haciendo un importante esfuerzo inversor para no quedarse atrás en este carrera hacia el Internet del futuro.